…Y quise ser Ícaro
Naturalmente Badajoz, abre con su presentación en la Sección de Ornitología: “…cuando nos bajamos del árbol y empezamos andar a dos patas, lo primero que hicimos al erguirnos, fue mirar al cielo, ver el sol, la luna y las estrellas. Entre ese universo y nosotros; las aves. Que al mirarlas anhelamos su glorioso don…, desde entonces deseamos volar, volar, volar…”. Consciente de lo que nos rodea; el turismo rural, la naturaleza y el patrimonio histórico marcan cada una de las actividades que queremos proyectar a través de nuestra experiencia personal con el fin de lograr un posible impacto en cada uno de vosotros. Viajar sin dejar huella, sin perturbar ni alterar nada para conservar nuestra biodiversidad, debe ser tu máxima y nuestro axioma.
Con muchos pájaros en la cabeza
Repito en mis locuciones que Naturalmente Badajoz tiene muchos pájaros en la cabeza. Mi mañana comienza con la suelta de gallinas y dispenso las raciones correspondientes de comida a éstas y a los pajarillos de la balsa. Despejo de hojas y ramas la pequeña balsa de mi jardín. Miro el horizonte, examino las condiciones de sol y actividad alada, repaso la necesidad de poda, replantación y arreglos del jardín y me propongo a emprender una jornada de jardinería. Pero inducido por un hechizo fatal, termino sentado en el aguardo, colocando el trípode, la cámara y limpiando el cristal espejo. A la espera de las primeras visitas, repaso las atenciones que requieren las plantas del jardín y me prometo que mañana, seguro lo haré. Es entonces cuando herrerillos, gorriones, currucas y mirlos comienzan a rayar el cielo de mi jardín haciendo ademan de acercarse a mi aguardo. Me incorporo sin ruido, en lo que a mí me parece un perfecto silencio. Rápidamente acciono el disparador. El pájaro emprende la huida haciéndome sentir infinitamente visible y vulnerable. Pero de esa debilidad saco valor para seguir intentando día a día que, entre el pájaro y yo se forme un círculo íntimo de fascinación que nos permita reconocernos y reconciliarnos. Se disipa entonces toda predisposición jardinera mientras se traga las horas, absorto en la contemplación divina de los parajillos sobre la pequeña balsa del jardín. Sale del aguardo y pasando junto a las flores del jardín desatendido, escucha el murmullo de “ahí va el emplumao”.
Pajareando que es gerundio
Ya los romanos la designaban como el rio «Ana» (Flumen Anas “río de los patos”). El río Guadiana, en su trayecto por Badajoz ofrece todo un espectáculo para los pajareros. Caminar por sus orillas te brinda efectos beneficiosos y positivos como la vista emocional, alejándote del estrés. La prisa se detiene ante la diversidad de plumaje, trinos y aleteos que acompañan nuestro paseo. Su vuelo libre y movimientos caprichosos hacen que el encuadre de tu cámara muchas veces no llegue a tiempo. Entonces, es tu retina la que confisca la instantánea del aleteo de cormoranes secándose, el mugido del avetoro, la elegancia de la cangrejera o el destello del morito. Siendo el final de la sesión, terminar sentado sobre una piedra disfrutando del espectáculo que este entorno nuestro nos ha regalado, haciéndonos partícipes de la contribución de las aves al ciclo integral de la vida.
Un patrimonio del cielo a nuestros pies
La diseminación humana de Extremadura, con numerosos terrenos naturales intactos, se erige como paraíso de Europa Occidental para los observadores de aves y amantes de la naturaleza que desean aislarse del turismo en masa. Goza de 69 Zona Especial de Protección para las Aves (ZEPA), que es casi el 30% del territorio extremeño. Con más de 350 especies diferentes de aves de las que 150 tienen representación en Badajoz capital. Única ciudad de España y de las pocas de Europa en ser declarada ZEPA. De ahí, lo de la “Ciudad de Las Aves”.
Riqueza ornitológica donde contemplar, grandes águilas, buitres y avutardas, reparten la estepa y el bosque. El gran cuartel de invierno de la grulla, la torcaz y los zorzales, interactúan con cigüeñas negras y blancas, abundantes garzas, anátidas y otras muchas limícolas. Gangas, alcaravanes, chotacabras, sisones, elanios, aguiluchos…, copan las oquedades del gran patrimonio monumental histórico, unas 3.800 parejas de cernícalos primillas. Desde nuestros márgenes fluviales, puedes advertir la presencia de un número importante de ardeidas, con grandes dormideros de garcilla bueyera, garceta común y martinete. También es fácil encontrar a representantes de mayor tamaño, como la garza real, la garza imperial o la garza blanca, así como los más pequeños, como el avetorillo o la garcilla cangrejera. El elusivo avetoro, rálidos como la focha común, gallineta o el calamón. Cormoranes, bandos de espátulas, grupos de moritos, que disfrutan de su vegetación de ribera. Paseriformes, desde los pequeños ruiseñores al martín pescador que comparte peces con el águila pescadora. Milanos negros que aprovechan el despiste de la ágil nutria. Fértil territorio donde la observación de aves es éxito garantizado, eso sí: “ven y no se cuentes a nadie”